Tal vez hay algo en tu vida que aún no se resuelve, es como una herida que nunca cicatriza y que, de vez en cuando, resurge para recordarte algo que aún no ha sido superado.
¿Acaso el dolor de la humillación es insuperable? ¿Será que no se puede acabar de una vez por todas con la raíz de los problemas?
Es todo lo contrario, el pasado nos muestra que es posible darle un punto final, sin embargo, es necesario que tomemos las actitudes correctas.
En la Biblia encontramos a un personaje que ilustra muy bien el dolor de una situación sin resolver, pero, al mismo tiempo, ejemplifica la fe atendida por Dios. Esa persona fue Ana, que vivía humillada por no tener un hijo. A pesar de su condición estéril, era muy amada por su esposo, sin embargo, para ella no era suficiente, pues la segunda mujer de su marido no solo la humillaba, sino que también se burlaba de su fe en Dios:
«Elcana tenía dos mujeres: el nombre de una era Ana y el de la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía […]. Su rival, Penina, la provocaba amargamente para irritarla, porque el Señor no le había dado hijos. Esto sucedía año tras año; siempre que ella subía a la casa del Señor, Penina la provocaba, por lo que Ana lloraba y no comía.» (1 Samuel 1:2, 6 y 7).
Por la frecuencia de las afrentas y por no ver su sueño realizado, el alma de Ana se llenó de amargura. No obstante, ella tenía a su favor su fe en el Dios vivo y eso la hizo ir a la Casa del Señor y orar. Pero, a diferencia de las veces anteriores, esta vez hizo algo diferente, un voto: «Oh Señor de los Ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de Tu sierva, te acuerdas de mí y no Te olvidas de Tu sierva, sino que das un hijo a Tu sierva, yo lo dedicaré al Señor por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza» (1 Samuel 1:11).
Después de hacer este voto con Él, ella tuvo tanta certeza de que alcanzaría su milagro, que se alegró y luego dio a luz a Samuel… Es decir, Dios no solo trajo la respuesta a su petición, sino que también le curó las heridas causadas por sus afrentas. Con esto, Ana se volvió ejemplo real de cómo el poder de Dios transforma la humillación en testimonio.
Reunión del Espíritu Santo
Estimado lector, ahora piensa en tu caso. Quizá las adicciones, la miseria o varios problemas con un ser querido te están aquejando, llevas mucho tiempo cargando con eso y hasta ahora no ves una salida.
Volvamos al caso de Ana, ella podría haberse conformado con su situación, pero en su lugar eligió entregarle a Dios lo que más anhelaba. Ella dejó de concentrarse en el hijo que no podía tener y pasó a confiar en Dios, pues entendió el poder y el peso de un voto hecho en el Altar.
En la vida siempre aparecerán «Peninas» para obstaculizar y burlarse de tu fe, pero la elección de cómo actuar ante eso es tuya. Quien confía en Dios y le entrega su vida, es sorprendido con Su poder, que realiza más de lo que esperamos.
El domingo 21 de julio estaremos en esta fe. Así como Ana, el secreto para tener una vida diferente está en buscar primero tu bienestar espiritual, es decir, recibir al propio Dios en tu vida.
Te esperamos especialmente a las 9:00 a. m. en el Templo de los Milagros Av. Eusebio Ayala 4527